Cuando leí
la sinopsis de “K-ON”, me acordé inmediatamente de “Shigatsu wa Kimi no Uso”.
Recuerdo que era un anime fascinante capaz de transmitir en pocos minutos el
poder de la música y todo aquello que podían llegar a sentir tanto la audiencia
como la propia persona que estaba tocando. Lo podías oír perfectamente, sin
cortes, sentir la tensión que se palpaba en el ambiente a cada momento. Eran
momentos mágicos donde podías contemplar la belleza en su estado más puro. Y
ahora llega “K-ON” y, de repente, toda esa magia… cambia de enfoque.
Personalmente,
no creo que “K-ON” sea un anime de música. Lo digo porque, en la sinopsis, se
explica que la serie va a seguir los pasos de 4 estudiantes de instituto que
deciden unirse al club de música ligera para evitar su disolución; todo muy
happy y tal… Esto ya marca un punto de inflexión que perdura en toda la obra:
no tenemos a un grupo apasionado por la música. En la primera temporada sí que
parecen esforzarse todas ellas, pero no tanto porque les guste la música, sino
para mantener las formas, para evitar que se disuelva el club. Es como si se
vieran forzadas a ello y, aun así, me intriga el cómo disfrutan en ese proceso
que se supone que debería ser tenso. Y es gracioso porque… las comprendo. A
cualquiera le puede gustar la música, pero de fanáticos hay pocos. La serie
quiere hacernos ver que no estamos observando a unas profesionales en
decadencia, sino a un grupo de chicas normales que también tienen otros
intereses. Y a veces ni siquiera se trata de eso. A veces simplemente les da
pereza practicar o buscan alguna excusa o se distraen con cualquier mierda
porque eso es fruto de su personalidad. Y no estoy diciendo que no les guste
tocar, no. Es más, cuando Yui está en casa, no puede evitar coger su guitarra y
empezar a ensayar, porque supongo que, cuando mejor se puede concentrar uno, es
en esos momentos más íntimos en los que solo estás tú contigo mismo, y no hace
falta tener más compañía. Sin embrago, “K-ON” peca en su naturaleza tan…
“animesca”, en explicarlo absolutamente todo en vez de dejar que el espectador
capte el mensaje él solo. Me encanta que cada miembro del club toque un
instrumento de acuerdo con su personalidad, pero la serie se molesta en
recordárnoslo una y otra vez para que no nos perdamos de lo que quiere
transmitir. Se puede apreciar cómo se divierte el grupo, cómo ríe, cómo pasa el
rato, pero lo encontraría todo mucho más natural si no estuvieran repitiendo a
cada segundo lo bien que se lo están pasando. Es como si la serie pensara que
está tratando con niños pequeños a los cuales les tienes que ir diciendo las
cosas punto por punto y lentamente. O a lo mejor… es que sus personajes son muy
infantiles. A lo largo de toda la trama, podemos ver a todas las chicas hacer
cosas distintas porque no saben estarse quietas. Es lo que tiene la juventud,
supongo, que puedes hacer un poco lo que te da la gana y pasarlo bien con tus
amigos. Son infantiles, pero no en un mal sentido. Simplemente son… jóvenes.
Obviamente hay alguna que tiene dos dedos de frente más que las demás, pero
siempre llegará alguna escena en la que podamos contemplar a ese personaje
haciendo alguna gilipollez o sacando a la luz una faceta más torpe. He estado
viendo la trayectoria de cada una de las chicas del club a lo largo de todo el
anime y puedo decir abiertamente que ninguna de ellas es un estereotipo. “K-ON”
acaba con los clichés de todos aquellos anime que nos presentan personajes
planos con una personalidad simple y catalogada como tópica. Y sí, hay momentos
en los que las chicas actúan como alguno de estos típicos personajes, pero no
son más que brotes y surgen porque así es como podría actuar cualquiera de
nosotros en esa misma situación. Pero, sobre todo, amo su forma de
entretener-nos. Hay un hecho muy curioso, y es que no siento como si estuviera
viendo una serie, sino más bien una cámara oculta. Esos personajes están ahí
por ellos, no para nuestro disfrute. Nosotros simplemente contemplamos sus
vidas y sus quehaceres cotidianos y, si en algún momento se da alguna situación
graciosa, no será para sorprendernos a nosotros, porque las chicas son plenamente
conscientes de que no hay espectador observándolas. Dan espectáculo, pero, una
vez más, todo esto es porque ellas son y quieren ser así. Había incluso alguna
breve escena en que todas reían por algún motivo al que yo no le acababa de ver
la gracia, y esto reafirma el hecho de que tienen sus propias bromas y coñas
que solo ellas, al ser tan amigas, pueden entender. Al final, todo se acaba
reduciendo al concepto de la amistad. Pues resulta irónico, ¿verdad? Porque…
¿Qué tiene de especial un anime que habla de lo mismo que muchos otros pero
modificando algunos detalles? La verdad… no tengo una respuesta directa a esa
pregunta, pero me gustaría remitirme a un capítulo en concreto para explicarlo
mejor. El capítulo 11 de la segunda temporada consiste solamente en las chicas
del club sufriendo de calor e intentando buscar una solución al problema. Es un
capítulo muy simple y calmado, pero justo ahí se dan muchas situaciones las
cuales he vivido junto a mis amigos. Me siento a gusto observándolas fascinado
porque yo también pasé por esa época y también solía hacer bromas así. Fue un
capítulo que me hizo sentir nostalgia y al cual le cogí mucho cariño, porque
este es el gran don que posee “K-ON”. No se trata de que en ese episodio no
avance en nada el argumento, se trata de empatizar con ellas y ver cómo
regresan a ti todos aquellos recuerdos de tu juventud que creías haber
olvidado. Recordarlo todo con un nudo en la garganta y emocionarte, porque la
trama de “K-ON” (si es que lo que contiene se puede llamar trama), en este
caso, es lo que menos importa, y lo verdaderamente precioso de toda la obra es
el viaje de las protagonistas y anteponer la diversión a todo lo demás. Sé que
en mi análisis de “Tengen Toppa Gurren-Lagann” dije que cualquier serie que no
mirase más allá de entretener al prójimo no era suficiente para mí, y lo
mantengo. “K-ON” no tiene una historia destacable, pero tiene algo que ningún
anime de acción bombástica podrá darme jamás: pasión y orgullo sobre toda
aquella gente maravillosa que has conocido en el pasado. A parte, la música, en
este caso, en vez de tratarse como un medio que nos muestre las emociones de
quienes la tocan, sirve más como medio para unir a todas las chicas del club de
música ligera. Porque todo lo que rodea esta serie es esa aura desmitificadora,
esa sensación de querer seguir viendo más para ver lo unido que está todo el
grupo. Se atreve a tratar temas minimalistas que, poca importancia tendrán,
pero que seguro que le habrá pasado a más de uno. Es un anime lleno de amor
hacia el pasado, y nos lo muestra como si esas chicas pudieran ser un reflejo
de nosotros mismos. Es el slice of life
por excelencia, una pincelada de vida, un vistazo continuo a lo que significa
tener un amigo, alguien que te quiera y que jamás quiera abandonarte. Y esto me
lleva a hablar del último capítulo… Es la ceremonia de graduación y, al fin,
las Yui, Ritsu, Mio y Mugi consiguen graduarse. Es un momento feliz, el momento
en el que dejan atrás la vida de instituto para abrir sus puertas a la
universidad, un mundo completamente desconocido para ellas. Al fin han logrado
su objetivo, pero… se siente como una victoria agridulce. Al final… Azusa es la
que sale perdiendo, porque puede que se alegre por su graduación, pero en su
subconsciente sabe que no las volverá a ver por la escuela. En ese instante, Azusa
rompe a llorar. Un momento muy delicado a la par que bello porque, en su
corazón, ella no quiere separarse de las demás debido al gran apego que siente
hacia ellas. Hagamos lo que hagamos con nuestras vidas, es inevitable que la
gente vaya y venga sin que podamos hacer nada, y “K-ON” nos muestra ese momento
sin ningún tipo de filtro porque… así es la vida. Y, como reacción a su llanto,
las demás chicas deciden tocar una canción de despedida solo para ella. Y la
canción será buena o será mala, pero eso no es lo importante. Lo verdaderamente
adorable de ese momento es la intención de las chicas para intentar animar a
Azusa, dejándole un recuerdo en su corazón para que jamás pueda olvidarlas. Una
vez más, la serie nos enseña que la música puede servir para algo más que
emocionar a las personas, ya que también puede servir para unirlas. Y aquí es
donde este anime brilla y nos deslumbra con el fuerte lazo que han conseguido
formar todas las miembros del club de música ligera.
Yo siempre
he sido partidario de todos aquellos animes que me ofrezcan una trama
interesante, con personajes profundos y un lore que me deje boquiabierto. Sin
embargo, “K-ON” se desmarca de mi tipo de anime ideal y, aun así… me ha
encantado. Me veo reflejado en ellas y siento como si lo que estuviera viendo
fuera un álbum de fotos, un recopilatorio sobre mi infancia. Me ha inundado de
recuerdos y he vivido este viaje como un maldito crío. Obviamente no estará a
la altura que muchos otros porque no tiene historia que ofrecer, pero pocas
veces he sentido tanta afinidad hacia unos personajes, y a mí eso me vale mucho
más. Y quizás algunos piensen que estoy siendo conformista y que me estoy
pasando de la raya halagándola, y lo siento si así lo parece, pero la serie me
ha calado muy hondo, y su mensaje final me ha cautivado. Porque “K-ON” me ha
ayudado a recordar lo importante que es en esta vida tener amigos y salir a la
calle y, sobre todo, vivir cada instante de tu existencia rodeado de todas
aquellas personas que te quieren por lo que eres.