Amo “Inazuma
Eleven”. Es una serie que me ha acompañado a lo largo de mi infancia junto con
muchas otras y, a su vez, una de las que ha definido mi gusto por las series
animadas en general. No solía ver muchos animes por aquella época, ya que ni
siquiera tenía ni zorra de su existencia. Para mí (y supongo que para muchos
otros) todo eran dibujos animados y ni la procedencia ni la temática de estas
series influía en lo más importante: que todos disfrutábamos viéndolas. Por muy
mala que fuera a ojos objetivos, por muchas incoherencias que pudiera tener, a
nosotros nos daba igual porque lo que realmente importaba era el viaje y la
experiencia. Ahora que soy algo más viejo y por lo menos me ha empezado a
crecer la pelusilla, creo que mis gustos han cambiado un poco, igual que mi
forma de ver las cosas. Así, un día cualquiera me decidí a rever “Inazuma
Eleven” para comprobar si es tan buena como recordaba, y por eso estoy aquí:
para transmitiros lo que esta pieza tan nostálgica me ha hecho sentir.
Aunque antes de decir nada, quiero aclarar algunas cosas. En
esta crítica solo voy a hacer mención de “Inazuma Eleven” y me voy a quitar de
encima todo eso de “Inazuma Eleven Go” y demás porque no las he visto. No digo
que su temática no me atraiga, pero solo me gustaría centrarme en la serie
original (además que la pereza me impide ver otros 50 capítulos de la misma
fórmula). Y quizás algunas cosas de las que diré ahora son corregidas
posteriormente en estas otras entregas, pero eso ya no es de mi incumbencia
porque no tengo ningún conocimiento sobre ellas. Bueno, fin de la charla.
Ahora, al meollo. La historia se centra en el instituto Raimon, concretamente
su club de fútbol. Mark Evans, su capitán, ama el fútbol, pero su equipo no
tiene suficientes miembros para jugar ningún partido oficial y la moral de
todos está por los suelos. Debido a esto, Mark decide ir a reclutar miembros
para su equipo y así revivir el espíritu de todos. Una vez hecho esto, dicho
equipo irá ganando prestigio poco a poco para poder llegar a ser el mejor
equipo de fútbol del mundo. Sí, lo habéis adivinado: la trama es más simple que
el funcionamiento de una caja de cartón. Pero, por otra parte, ¿quién ha dicho
que todas las historias tienen que ser enrevesadas y densas? Además, si te
paras a pensar, en teoría es un anime dirigido a un público infantil así que
puedo entender esta decisión. Al fin y al cabo, pasa lo mismo con “Pokémon”.
Aunque el hecho de que sea una serie simplona no quiere decir que no debamos
ver más allá, ya que, por lo que parece, mucha gente se queda con esta idea y
ya sudan de ver la serie con esta excusa. Para mí, “Inazuma Eleven” respira el
mismo aire que “Naruto”: esas ganas de mostrarnos una aventura inolvidable,
unos personajes muy unidos que progresan con el tiempo, un ambiente relajante,
pero que sabe ser espectacular cuando hace falta. Cada persona del equipo
interpreta un rol y poseen herramientas únicas que van utilizando según les
pida el momento (como las técnicas hissatsu). Y me gusta la idea de que haya
más usos para tales técnicas a parte de los chutes, porque eso hace de la serie
algo más fresco e innovador, y da pie a crear más juego. Pero, por otro lado,
esto eclipsa lo que hace del fútbol llamarse “fútbol”. Lo admito, no soy un
experto en dicho deporte. De hecho, ni siquiera puedo decir que me guste porque
ni siquiera lo veo y, cuando lo hago, solo es en ocasiones muy puntuales. Sin
embargo, en un partido real, lo ves: no todo es atacar, no todo es hacer tiros
espectaculares, sino que también está la estrategia, el trabajo en equipo, la
colocación, la visión espacial que tiene cada jugador sobre el propio terreno.
En “Inazuma Eleven” hay estrategias, por supuesto, pero ni se acercan a las
posibilidades que puede ofrecer un partido de verdad. Se muestran dribblings
puntuales, anticipaciones al balón y tal, pero todos los disparos llegan de
forma demasiado fugaz. El fútbol es un juego calmado y consiste más en esperar
a ver una apertura en la defensa para atacar que no en precipitarse hacia la
portería directamente. En la defensa casi siempre hay marcajes individuales y
lo entendería si estuviéramos hablando de básquet, pero en el mundo real esto
no es así. Los jugadores tienen que estar sueltos por el campo para cubrir el
máximo espacio posible y no dejar ningún hueco en la defensa, y en “Inazuma
Eleven” esto pasa completamente por alto. Olvida lo que realmente es el fútbol
porque quiere ofrecer espectáculo, técnicas impresionantes que nos dejen sin
palabras. O quizás no sea eso. Quizás el problema es que la mayoría de partidos
de la serie duran 20 minutos y no dejan espacio suficiente para ver su
desarrollo. Entonces, lo que pasa es que ésta se ve limitada a mostrarnos sus
partes emocionantes, tales como el estilo de juego del equipo contrario como la
resolución final al problema planteado por dicho estilo. Pero, aun así, sigo
notando muchas incoherencias en los partidos, o normas que ni siquiera existen
en su universo. Por ejemplo: ¿Existen las faltas allí? ¿Hasta qué punto puede
considerarse peligroso el uso de técnicas hissatsu para tácticas ofensivas o
defensivas? Lo digo porque hay ocasiones en las que algunos personajes salen
volando por la cara o son arrollados o derribados por alguna técnica y… parece
como si todo diera igual. Así no sé qué importancia puede tener un árbitro allí
si solo está para marcar el inicio y el final del partido. Además, ¿de dónde
sale la energía para realizar las técnicas hissatsu? ¿Es una energía limitada?
¿Se puede controlar su fuerza? Al menos, si me explicaran un poco por encima el
funcionamiento de todo esto, entendería por qué hay momentos en que algunos
porteros usan sus técnicas hissatsu para detener disparos y luego sudan
completamente de usarlas contra chutes fáciles de detener. Porque yo veo esto y
me cuesta mucho aguantarme la rabia. Al final todos los goles son realizados de
forma sencilla para agilizar el episodio y poder pasar al siguiente arco. Eso y
que también llega un punto que ciertos miembros del equipo saben tantas
técnicas que hay algunas que caen en el olvido ya sea porque los jugadores no
se acuerdan de usarlas o ya sea porque conocen de más poderosas. Y he de
decirlo: es una puta mierda de decisión. Parece como si el equipo de Mark ganara
todas las batallas simplemente porque son los protagonistas, cosa que también
me pasaba con “Tengen Toppa Gurren-Lagann”. Aunque es gracioso, porque en su
momento la puse a parir y por lo menos allí los enemigos no son gilipollas y
los protagonistas se ven obligados a usar todas sus habilidades. Todos los
partidos de “Inazuma Eleven” se rigen por los mismos tropos y al final del día
solo acaban reluciendo las técnicas hissatsu para rematar a portería, haciendo
que todo lo demás pierda su esencia y se convierta en algo secundario. Además,
sigo sin saber la diferencia entre ninguna de estas técnicas más allá de que
algunas son más potentes que otras. Porque no sé vosotros, pero yo sigo sin
saber la diferencia entre realizar el pingüino emperador número 2 y el número 3.
Y aunque una de ellas se realice en tierra y la otra en aire… ¿qué importa eso?
¿qué marca realmente la diferencia? Los partidos son momentos bastante cutres y
no merecen ni ser mencionados. Aunque… ¿de verdad tengo que decir que odie su
totalidad? No, me temo que no va a ser así. Si bien son ciertas la mayoría de
cosas que he dicho, eso no va a suprimir lo evidente: que las técnicas hissatsu
son APOTEÓSICAS. Las animaciones, los colores, los efectos de sonido, la
música… todo contribuye para hacer de cada tiro algo especial capaz de
sorprendernos a todos. Son todos un auténtico clímax, puro espectáculo y la
serie se molesta en hacer cada disparo diferente para que el espectador no se
aburra ni sienta que siempre está viendo lo mismo. A día de hoy, aún sigo
viendo disparos que recuerdo haber visto de pequeño en partidos y, cuando lo
hago, me sube toda la puta adrenalina. Me pongo eufórico porque siento su
potencia y su impacto, igual que también siento el sufrimiento de los porteros
que deben parar semejantes disparos tan devastadores. En el fondo, las
estrategias… tampoco están tan mal. Tienen más peso en los primeros dos tercios
de partido, pero son eficaces y funcionan porque todo el mundo colabora para
que salgan bien. Y sí, sigo sin saber la diferencia de potencia entre los
distintos tiros, pero eso no es algo que la serie quiera mostrar. Simplemente
quiere hacernos ver que cada persona tiene disparos únicos que solo él puede
hacer, que cada jugador puede arreglárselas por sí mismo. Sin embargo, las
técnicas hissatsu se pueden enseñar a otras personas, pero lo verdaderamente
importante es que esa técnica es y siempre será de quien la haya creado. Pero
no siempre se puede transmitir esta idea porque, al enseñar una técnica
combinada a otro grupo de personas, uno acaba olvidando de dónde proviene y
solo valora la técnica en sí sin pensar en nada más. Del mismo modo, no todos
los partidos acaban de forma monótona, simple y sosa, no. Hay finales increíbles,
ocasiones en las que el equipo consigue marcar en el último momento porque
muestran coraje y no se echan atrás de ninguna de las maneras. Y cuando eso
ocurre, mi satisfacción no puede ser mayor. Porque, en última instancia, todo
esto sirve como medio para mostrarnos la cohesión del equipo y su progresión
desde el pozo hasta la cima. La serie nunca se quita ese propósito de la cabeza
por muchas incongruencias que tengan los partidos. Además, me gusta el ritmo
que lleva la serie. No es solo que veamos al equipo mejorar sus habilidades y
el trabajo en equipo, sino que los jugadores van y vienen. Cada X episodios hay
nuevas incorporaciones al grupo o gente que lo abandona por motivos diversos. Y
no solo se queda aquí la cosa, porque los entrenadores también van cambiando a
medida que avanza la trama. Este tipo detalles me gustan porque añaden un toque
de realidad al asunto haciéndonos ver que es muy complicado que un equipo de
fútbol siga siempre con los mismos miembros. Por otra parte, el equipo Raimon
tiene una filosofía de juego muy bien definida y, siempre que hay cambios en
dicho equipo, los más sabios se aseguran de aleccionar a los nuevos para que
adapten su estilo de juego a uno en donde entra la colaboración. Cada uno podrá
escoger el camino que quiera en cuanto a planes de futuro, pero eso no quitará
nunca lo que hace del instituto Raimon un buen equipo de fútbol. Amistad,
perseverancia, valentía… ¿os suena de algo todo esto? Es la base para cualquier
shonen, y “Inazuma Eleven” cumple con estos requisitos, aunque sea a su manera.
Pero todas estas partes buenas que estoy recalcando no sirven más que como
contraste para compensar todas sus carencias. Volvemos, con esto, al punto de
partida: las técnicas hissatsu. Hay un tema en concreto que me inquieta
bastante sobre ellas aparte de todo lo que ya he mencionado, y es que la gente
que las usa están más cerca de ser superhéroes que jugadores de fútbol. Porque
decid lo que queráis, pero las técnicas hissatsu podrían tener otros usos más
allá que para practicar un deporte. Al fin y al cabo, están lanzando disparos
que atentan contra las leyes de la física y que pueden ser capaces de destruir
edificios. Es por eso que me pregunto por qué el gobierno o la ONU (si es que
en ese universo existe) no toma cartas en el asunto y se aseguran de vigilar a
estos seres con capacidades sobrehumanas. Cierto es que son niños, pero más de
uno está ido de la olla y en cualquier momento se le podría ocurrir utilizar
ese poder para hacer lo que él quiera con quien quiera. Y en este punto es
cuando “Inazuma Eleven” se separa de aquellos animes más adultos, porque ni
siquiera se menciona este tema. Solo toma algo de importancia en el arco de la
Academia Alius y ni siquiera allí interviene la policía o las fuerzas militares
a pesar de tratarse de un problema de gravedad. Y es una lástima, porque la
serie tiene suficiente potencial para amplificar su historia y hacerla más
interesante y más oscura, pero, por desgracia, está limitada a un público
infantil, así que quizás resultaría cargante para muchos el hecho de hacerla
más rebuscada. Me gustan las subtramas que plantean algunos personajes en
cuanto a su pasado, pero sé que se les podría haber sacado mucho más jugo y
hacerlas aún más interesantes. Hay gente de la cual no sabemos casi nada y,
aquellos de los cuales sí sabemos, todavía les falta camino para ser personajes
profundos. Y repito: me conmueven las motivaciones de Axel y me sorprendió el
trasfondo de Shawn, pero, por desgracia, siento que no ha sido suficiente.
Aunque quizás estoy siendo demasiado quejica e injusto. La serie podría haber
ignorado esto por completo para centrarse solamente en el futuro del equipo y
de todas aquellas personas que lo componen. Sin embargo, se molestó en
intentarlo y se quedó a medias, así que uno puede contemplar este hecho como él
prefiera. Además, tampoco quiero reclamarle nada de esto a la serie porque al
menos pone muchísimo énfasis en el desarrollo de todos sus personajes. Y es que
en todos los partidos se puede observar muy fácilmente como se intenta dar
importancia a la totalidad de los jugadores. Cada uno interviene en el
desarrollo del juego a su manera y siempre se intenta no dejar a nadie de lado.
Obviamente hay un protagonista claro, que es Mark, pero este no es solo su
camino, sino que también el de todas aquellas personas que deciden caminarlo a
junto a él. Y cada uno tiene sus propias bromas, su estilo, su forma de ser que
los distancia de personalidad, cosa que me flipa un montón. Una vez más, es muy
complicado trabajar con tantos personajes a la vez sin que alguno de ellos se
convierta en una copia barata de alguien que ya habrá aparecido, y aprecio todo
este esfuerzo. Y la banda sonora… joder… es demasiado buena para describirla
solo con palabras. Tampoco es que sea la música idónea para escuchar en tu
tiempo libre, pero encaja a la perfección en cada momento de la serie. Algunas
canciones serán repetitivas, sí, pero funcionan porque nos hablan directamente
a nosotros y nos pide que interpretemos el curso que está tomando el partido. Cuando
hay alguna estrategia, algún momento épico o algún otro de desesperación, la
música enmarca ese momento y hace que la atmósfera cambie por completo. Lo hace
todo tan natural que me he acabado enamorando de su belleza. Y quizás haya
algunas personas reclamando un final más digno para la serie más allá de ganar
el FFI, pero yo no necesito más. Es un final redondo, perfecto para que cualquiera
pueda irse contento con una sonrisa en su rostro. Porque, realmente, “Inazuma
Eleven”, en esta segunda vez que lo he visto, me ha hecho sentir vivo y me ha
enseñado que no todo anime tachado de infantil tiene que ser malo al
encapsularlo a un público en concreto.
Ya sé que pensaréis algunos: “esto es favoritismo”, “la estás
poniendo por las nubes solo porque es una serie de tu infancia”, “hay cosas
infinitamente mejores”… Quizás, quizás. Obviamente habrá cosas mejores y por
supuesto que el anime no es perfecto, al fin y al cabo todas las cosas malas
que he dicho no se van a ir a ninguna parte. El problema de “Inazuma Eleven” es
que se ve atrapado en su género, y eso le impide mirar hacia delante para crear
una historia verdaderamente adulta. Tiene toques de dramatismo y desesperación,
pero no consigue sacarles el máximo partido para, imagino, no traumar a los más
pequeños. Todo se reduce a un solo concepto: la edad. Y por mucho que no
consiga salir de su burbuja, “Inazuma Eleven” me ha hecho recordar algo que
creía haber olvidado. Aquellas tardes en el sofá tirado viéndolo después de un
exhausto día de colegio, viviendo esta increíble aventura con todos los del
equipo Raimon. Porque supongo que la nostalgia también juega un factor
importante a la hora de analizar una obra. Sin embargo, me gustaría pensar que
en esta review la he tratado con ojos críticos, o al menos eso he intentado. Sé
que no explota demasiado todo el potencial que tiene, pero tiene el corazón en
el lugar adecuado, y eso, para mí, es más que suficiente. Porque, más allá de
ofrecer una trama interesante, lo que quiere transmitirnos “Inazuma Eleven” es
que no hay nada mejor en este mundo que disfrutar haciendo aquello que adoras
con la gente que amas.