Si me
preguntaran qué es para mí hacer un buen anime, seguramente respondería “Code
Geass”. Pero si alguien me preguntara qué obra anime recomendaría a alguien que
no tiene ni idea del tema, en estos momentos respondería “Kimi no Na wa”. Y es
curioso porque vi la película mucho antes de que saliera aquí en España y me
gustó, pero la experiencia no fue la misma que cuando la vi por segunda vez en
la gran pantalla. Belleza, realismo, dramatismo, humor… Hoy hablaremos de la
última película de Makoto Shinkai: “Kimi no Na wa”.
Por lo general
no suelo ver cine de animación. La gente alaba muchísimo a Studio Ghibli porque
su filmografía es más que excelente. De hecho, una gran parte de estas personas
afirma que es actualmente el mejor estudio de animación de todos. Sin embargo,
yo solo he visto “El castillo ambulante” y aunque me gustó tampoco me pareció
tanto como los demás decían. Eso sí, no negaré que la obra tiene muchísimas
virtudes, así como el concepto de jugar con la imaginación y crear mundos
fantásticos que respiran vida propia además de una trama más que curiosa. Hayao
Miyazaki es objetivamente considerado un genio por todas sus cualidades. Pero
si ahora hablamos de autores que se atreven a explorar el dramatismo más humano
y devastador, hay alguien que destaca: y ese es Makoto Shinkai. Por eso, además
de hablar de su última película, me gustaría analizar su evolución a lo largo
de los años comentando sus otras obras no tan reconocidas. Entonces, ¿de qué va
“Kimi no Na wa”? Mitsuha es una chica de pueblo harta de su vida aislada de la
civilización. Vive en la montaña apartada de todo con sus amigos y tal que
tiene el deseo de poder viajar algún día a Tokio para poder tener una vida
plena y feliz. En el otro lado tenemos a Taki, un chico que vive en Tokio
haciendo vida normal como estudiante y además trabajando en un restaurante, así
que siempre está cargado de trabajo. Un día cualquiera, Taki tiene un sueño en
el que se convierte en una chica que vive en un pueblo de montaña y a Mitsuha
le pasa lo mismo, pero siendo un chico de Tokio. Desde ese día, ambos tendrán
que averiguar qué se esconde detrás de esos sueños e intentarán buscarse la
vida para seguir adelante. Quizás es una sinopsis algo confusa, lo sé, pero
también es porque cuesta bastante decir de qué trata la película sin spoilear
parte de su desarrollo. Y, sin embargo, es bastante más sencillo de entender
cuando se está mirando lo que sucede por ti mismo. Porque si algo tiene “Kimi
no Na wa” es la capacidad de atraparte en su historia. ¿Que cómo lo hace? Me
alegra que me lo preguntéis. He de decir que al principio la historia comienza
de forma algo torpe, brusca y lenta, cosa que hace que quizás haya alguno que
haya perdido el interés en la película en sus primeros 20 minutos. Sin embargo,
empieza de esta forma porque toda película necesita una introducción en la que
nos muestre qué clase de personas son nuestros protagonistas. Porque, además,
se pueden apreciar perfectamente las diferencias entre ambos estilos de vida.
Uno muy ajetreado y estresante (que vendría a ser la gran ciudad) y otro más
tranquilo y rural (que vendría a ser la vida en la montaña). Y luego de esa
introducción, empieza su historia, una que está muy bien estructurada y
transcurre con una fluidez… impresionante. Están sus personajes que, bueno, sí,
a lo mejor los hemos visto en otro lugar, pero no dejan de ser personas
normales afrontando el día a día, algo completamente normal. Tanto Mitsuha como
Taki han tejido su personalidad según sus vivencias personales, y eso es algo
que la película enmarca muy bien con pequeños momentos y escenas para que
podamos entender el porqué de su comportamiento. Y me encanta la interacción
entre los distintos personajes de la película tanto en su forma de hablar como
en su forma de actuar. Mientras que en otros animes hay muchísimos personajes
demasiado educados y que hablan con los demás igual que si estuvieran haciendo
una entrevista de trabajo, aquí todos los personajes hablan con naturalidad,
tienen coñas, utilizan lenguaje vulgar, hacen distintos gestos para enfatizar
cómo se sienten… Y, de verdad, agradezco que esto se haga de esta manera porque
así resulta más fácil empatizar con las distintas personas que aparecen en la
obra, además de que ésta su vuelve menos pesada. Porque Makoto Shinakai nos quiere
enseñar que los protagonistas todavía son niños, personas que se van a negar a
hablar correctamente si se trata de interactuar con personas de confianza. A
parte, cuando resulta que lo que en realidad está pasando es que Mitsuha y Taki
se están intercambiando los cuerpos, se ve cómo poco a poco van iniciando una
relación amistosa a pesar de que nunca se hayan visto cara a cara. Imponen sus
propias normas para el cambio de cuerpos con el fin de que nadie sospeche que
tienen distinta personalidad y aprenden a lidiar con ello sin ponerse
nerviosos, cosa que me encanta porque nunca había visto una historia de este
palo. Y sí he visto otras obras en las que distintos personajes intercambien
sus cuerpos, porque allí están “Kokoro Connect”, “Yamada-kun to 7-nin no Majo”
o alguna cinta americana de la cual no recuerdo el nombre. El caso es que nunca
había visto tratar este tema igual que lo hace “Kimi no Na wa”, porque además
aprovecha este pequeño incidente para introducirnos una preciosa historia de
amor entre dos personas unidas por el destino. Todo este carácter fantástico
mezclado con viajes en el tiempo y desastres naturales me ha acabado
seduciendo, ya que su narrativa te mantiene todo el rato atento para que no te
pierdas nunca ningún detalle y puedas unir las piezas del rompecabezas. Aunque
habrá muchos que dirán que esto de los viajes en el tiempo tiene unas cuantas
incoherencias a nivel técnico. Puede ser, y por eso me frustré tanto al ver la
película por primera vez: porque estaba demasiado centrado en buscarle un
sentido a todo. Es después cuando te das cuenta que lo mágico de esta historia
es el romance tan bien llevado de los protagonistas, y lo demás no es más que
un medio para narrar la acción. Puede no ser perfecto en este sentido y tener
sus fallos, pero… es que esto no es “Steins;Gate”. Y es justo por esta razón
que no pude acabar de disfrutar “7 centímetros por segundo” (otra película de
Makoto Shinkai). En esa obra no hay viajes en el tiempo, pero sí que hay saltos
temporales y demás que me acababa descolocando y hacía que me perdiera. Además,
el final me pareció apresurado y llevado de forma no muy natural, como si la
película estuviera obligada a durar una cierta cantidad de tiempo. Y esto de
crear un romance estancado o que se ve limitado por algún motivo no es algo
exclusivo de “Kimi no Na wa”, porque allí está también “El jardín de las
palabras”. Allí, la trama sí que transcurre de forma correcta y es bastante
emocional, pero, al igual que “7 centímetros por segundo”, se queda en el casi,
en el “pudo, pero no fue”. Sin embargo, en “Kimi no Na wa” se juega con esta
idea del amor a distancia para mantenernos a todos en tensión mientras ambos se
están buscando para verse cara a cara. Y allí estamos nosotros: sufriendo con
ellos, viviendo este viaje con ellos, deseando que llegue el momento en el que
por fin se encuentren. Y cuando se encuentran… joder… es todo tan íntimo y
bello que no puedo simplemente poner en palabras lo que se siente al ver
aquello. El público está eufórico, la música está por todo lo alto, el
encuentro que todo el mundo estaba esperando ha llegado, un encuentro que, a
los pocos minutos… se desvanece. Y para la música, y ya no hay sonido.
Silencio. Unos pocos segundos de silencio en los que te das cuenta que todo por
lo que han luchado los dos protagonistas ha desaparecido y parece que ya no hay
esperanza. Sin duda, el mejor momento para mí de toda la maldita película. Un
cambio brutal de situación, un giro de guion inesperado que me puso los pelos
de punta. Además de eso, al final se consigue buscar una buena solución a este
problema para llegar a un final que, ámalo u ódialo, pero a mí me pareció de
genio. Un final abierto a la interpretación sin por ello dejar alguna duda
respecto a la historia que se presenta. De hecho, si hay algo de lo que se
diferencia “Kimi no Na wa” de “7 cenímetros por segundo” o “El jardín de las
palabras” es quizás en su conclusión, porque todas ellas tratan el amor. Por
eso, muchos seguidores de la obra de Makoto Shinkai se quejaron de aquel final tan
Disney de “Kimi no Na wa” mientras que sus otras dos obras eran tan trágicas
(objetivamente hablando, claro). Y, aun así, esta historia me ha atrapado y
tiene ese toque mágico que me ha enganchado a ella. Porque si algo tiene esta
película es la capacidad de hacerte salir del cine y suspirar ante semejante
forma de transmitir el poder del amor.
Makoto
Shinkai dijo en una entrevista que “Kimi no Na wa” no merece ningún premio, que
es una película tóxica que nadie más debería ver. Cierto es que es su proyecto
menos ambicioso, pero… ¿realmente es eso algo malo? ¿realmente es algo malo que
“Kimi no Na wa” sea una película comercial? La respuesta que dará más de uno es
que lo comercial es muy mainstream y que seguro que hay cosas mejores que
merecen más reconocimiento. Puede que para algunos sí, pero igual otros acaban
prefiriendo esto. De hecho, si esta obra se ha hecho tan y tan conocida será
porque tiene algo que la hace especial, ¿no? Quizás una historia de amor, una
animación, una banda sonora o una narración que otras películas no tienen.
Porque, si os soy sincero, yo me quedo con TODA la película, y me da igual que
sea o no comercial. Es una cinta palomitera bien hecha y bien trabajada, como
debe ser. A fuera la gente que se cree muy digna y no le da a esta película el
reconocimiento que se merece, a fuera aquella gente que dice que la magia del
anime se ha perdido, a fuera todos aquellos que se niegan a ver alguna obra
porque es demasiado conocida. Porque yo os diré una cosa: “Kimi no Na wa” se
merece esto y mucho más, porque no hay muchas obras que me hagan sentir tanto
en tan poco tiempo como esta joya tan preciada.